Montaña en Benlloch. Lara Almarcegui: una indisciplina geográfica
Montaña en Benlloch: una indisciplina geográfica
Ángela Molina
En la antología de cuentos titulada Museo, Jorge Luis Borges cita el texto de Suárez Miranda, Viajes de varones prudentes (1658), donde se relata el hecho insólito de la existencia de una sociedad que crea el mapa de su país del mismo tamaño que el país, una cartografía precisa que define la naturaleza pública de una obra destinada a un emplazamiento específico y su animadversión esencial hacia el museo. La utopía de aquella sociedad imaginaria está ligada a la perfección, pero a una perfección insólita y mutable, que tiene que ver con las leyes de la naturaleza, de cualquier ser vivo, cisne o águila, o de un elemento inerte depositado en aquel microcosmos, algo capaz de habitar en la vida, en el instante y en el presente. Pero ¡ay! —escribe Suárez Miranda— «las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era inútil y, no sin Impiedad, lo entregaron a las Inclemencias del Sol y de los Inviernos. En los desiertos del Oeste —prosigue el cronista— perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas».1